No lo recordaba tan imponente, ni tan intimidante, ni tan guapo. Tenía el pelo revuelto, con un toque despeinado que producía un efecto de perfección en su aspecto. Vestía elegante, de oscuro. Como su pelo azabache, como la copa que le tiró por encima un par de horas más tarde. Al principio, los dos fingieron no darse cuenta de que el otro estaba al lado, pero él, a veces tan descarado, decidió romper el silencio y también unas cuantas normas. Las miradas y los comentarios les persiguieron toda la noche, y siempre supo que el futuro no les dejaría así, que faltaba algo. Él también pareció pensarlo:
-Hay amigas y "amigas".
-¿Qué es ella?
-Bueno, ella es una amiga...
-Pero te gustaría que fuese lo segundo, ¿verdad?
Él sonrió.
Y el tiempo lo iba a corroborar. Aunque no tanto como ellos pensaban.
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