lunes, 13 de enero de 2014

Muy jodido para un solitario.

Esto es lo que haces. Te paras delante de mí con esa estúpida sonrisa cínica en la boca, quieres fingir que no te importa nada. Y, realmente, es verdad que no te importa. Pero si no duermes por las noches no es por una mala racha o por un insomnio natural. Simplemente, te has dado cuenta de que cada día estás más solo, y una cama vacía se antoja muy fría sin nadie que se dedique a contarte las constelaciones / y dormir se antoja muy pesado sin un alma que te guarde, aunque sea en la distancia / y descansar es muy jodido para un corazón solitario.

La comprensión ha llegado desde que tú te has ido.

Vi sorpresa en sus ojos, e incluso quizá, solo quizá, algo de miedo. Me pregunté qué vería él en los míos. Yo rebosaba confianza, pero tiendo a pensar con la mirada y quizá estaba dejando pasar demasiado.
Lo nuestro (bueno, nuestro por decir algo, porque ahí ni hay nuestro ni hay nosotros ni hay tú y yo entrelazados. Somos un él y un yo, de esos que van muy bien separaditos y que se ríen juntos de vez en cuando, pero que ni se necesitan ni tienen o quieren la necesidad de necesitarse) era un tira y afloja continuo. Creo que entendí al poco tiempo que se trataba de su personalidad solitaria y autodestructiva. Simplemente, no quería dejarme entrar. Ni loco me iba a abrir la barrera a su mundo interno. Y yo me preguntaba por qué se tomaba tantas molestias en cerrarme el paso si ni siquiera estaba tratando de meterme en él. No, realmente no era eso lo que me interesaba. Me gustaba su personalidad distante, es cierto, y sus ojos que decían mucho más que él. Me gustaba su respiración entrecortada en la oscuridad de las sábanas y, por supuesto, me encantaba la manera de sonreír entre alientos. Pero nunca, y estoy asegurando ese concepto, había dicho, ni siquiera con la mirada, que quisiese meterme dentro de él. No era esto lo que esperaba, porque simplemente estoy cerrada a exteriores. No dejo entrar a nadie y, por supuesto, no voy a exigir que alguien me deje entrar a mí

Golden.

Estás engañando a todo el mundo, pero a mí no puedes. La gente puede cambiar, claro que sí, la gente cambia. A veces para mal y otras para peor. Incluso en ínfimas ocasiones, la gente cambia para bien. Pero no de la noche a la mañana, no de forma tan radical. Me gusta esta nueva tú, ¿sabes? Más decidida, más real, más independiente, más individualista y, totalmente claro, más cruel. Y has conseguido engañar a todos, lo has hecho muy bien. Estoy orgullosa, no sabes cuánto, porque ahora no pueden hacerte daño. Espero, de verdad te lo digo, que encuentres lo que en el fondo buscas y has escondido, tan abajo, para ver si se te olvida. Te aseguro que no lo hará. No olvidarás nada, porque los recuerdos y sueños abandonados son una pesada carga que tienes que alimentar el resto de tus días, pero eso no impide crear nuevos que superen a los perdidos. Deseo que consigas todo lo que quieras, todo lo que esperas. Aunque no quieras cumplir expectativas.