Y Kai volvió.
El aturdimiento dio paso a la rabia contenida durante tanto tiempo. Y es que a Yma ya no le importaban las canciones, los momentos felices ni ese puñado de recuerdos. Porque él los había roto. Y entonces, en el peor momento, se acordó de Kai. De Kai y su sonrisa. De Kai y su tranquilidad. De Kai y su nerviosismo cerca de Yma. Y recordó que el mundo no se acababa en el ombligo de "el otro".
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