- Los colibrís vuelan alto, los colibrís no se cansan - pensó Yma.
Y los besos de "el otro" no la hicieron volar como siempre, y las palabras de "el otro" la cansaron un poco esa tarde. E Yma volvió a la parada mientras llovía y "el otro" le hablaba de lluvia, y por primera vez, a Yma le preocupó mojarse el pelo. La lluvia dejó de tener el color de los ojos de "el otro" y recuperó su antiguo color grisáceo que hacía esos días absurdos. Y "el otro" notó algo extraño en el día, como si el cielo estuviera triste y ese día no debiese existir.
Se despidió de Yma sintiendo una especie de desconexión que quiso creer falsa. Como si algo se hubiese roto en el lazo que los unía. Y cuando llegó a casa echó n vistazo al calendario, y observó que era un viernes normal y corriente, sin fechas importantes ni recordatorios de malas noticias. Un viernes con Yma, nada más. Y de repente, sin saber por que, le entró algo así como un pánico irrefrenable, un pánico inexplicable, un miedo enorme sin motivo alguno. Pero algo dentro de él le dijo que, por mucho que la viese, por mucho que besase cada día a Yma, ya la había perdido. Y "el otro", que nunca sabía nada, comprendió perfectamente todo lo que la iba a echar de menos.
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