viernes, 7 de diciembre de 2012

MEMORIES 2010-2011.

Él quitaba importancia a todo. Su voz llegaba a los rincones más oscuros y me transportaba a cielos azules con nubes todavía por estrenar. Yo guardaba las penas en los bolsillos y disfrutaba del tono de voz que ponía cuando fingía que se enfadaba, porque luego siempre me abrazaba y me hacía sentir en casa. Y también me gustaba cómo él volvía siempre a mí por mucho que pasase, como me hacía sentir un poco especial cuando me agarraba de la mano sin motivo alguno, como si necesitase el contacto de mi piel para no tener miedo, para no perderse. Me gustaba cómo con sus dedos acariciaba los míos para hacerme sentir menos sola. Quizá era su forma de decirme que yo solo era suya. De demostrárselo a los demás. Me confundía cuando me sonreía burlón pero bajaba la mirada, como si temiese que mis ojos pudieran arrebatarle su libertad, guardada con tanto ahínco. Por eso siempre traté de no quitarle mucho espacio. Un día, me invitó a echarme a su lado y me apoyé muy cerca de él, a su lado izquierdo, como siempre. Y sus latidos empezaron a competir con los míos, pululando en mi oído y dejándome muda, ciega, sorda. Sin sentidos. Ese día comprendí  que ese lugar a su lado izquierdo había sido creado para mí, pero aún faltaba que él se diera cuenta de que yo había adaptado mi lado derecho a la forma de su piel.
También comprendí que en su mundo no existían otros latidos salvo los suyos, que aún no necesitaba a nadie. Y también supe que en mi vida olvidaría esa sensación, y que, algún día, tendríamos que crecer. Y quizá entonces pudiéramos encontrarnos. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario