lunes, 28 de octubre de 2013

LOS INALCANZABLES NO EXISTEN.

Olía a tabaco. Nunca le había gustado el tabaco, hasta que le vio fumar un cigarro y el humo, ascendiendo en espiral, le dio ese aire atractivo que le caracterizaba. Ese aire a "No estoy en el mundo, soy un puto espejismo que no llegarás a alcanzar nunca". Y a ella le gustaban los inalcanzables, porque siempre tenían un punto débil. Siempre había un agujero en su coraza. Y, entonces, vagamente, le vino otro olor, no a tabaco, sino un olor propio, fresco, diferente.

Sonrió. No era inalcanzable. 


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