domingo, 13 de mayo de 2012

Sus propios ojos le devolvieron la mirada reflejados en los de él. Pero de repente se perdió a sí misma en ese mar al que sabía entrar, pero del que no podía huir. Porque el color verdoso le atrapaba, le insistía, le acaramelaba. Le hacía pensar que era querida ahí dentro. Aunque fuera mentira. Se aferró a ese sentimiento, aun sabiendo que dentro de pocos segundos la verdad se le clavaría por todo su ser a modo de puñal, porque estaba dispuesta a pagarlo muy caro sólo por poder estar ahí dentro, un rato más, para perderse y no salir nunca.
[y algún día lo conseguiría]. 


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