Nunca entendí su forma de ver los corazones como cristales rotos sin siquiera empezar, el miedo que tenía de querer o ser querido. Y quizá por eso se escondía detrás de una discusión en la que callábamos lo importante y decíamos lo que dolía, y quizá por eso su orgullo y el mío se repelían como imanes del mismo polo. Y es que se le echa tanto de menos cuando me mira desde lejos y sonríe como si quisiese hacerme suya... ¿Por qué no me haces tuya de una vez, amor?
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