sábado, 12 de noviembre de 2011








Se despertó porque tenía frío, o quizá hacía frío cuando se despertó. El cenicero a medias, la copa a medias y su alma viva, a medias. Trató de desordenar sus ideas para no ser capaz de pensar, pero ahí está el cerebro, siempre dispuesto a joder. Después, viendo lo  inevitable, se tapó la cabeza con las mantas, pero ni el frío ni sus pensamientos dijeron -me voy-. Se levantó con los ojos un poco hinchados, ya no sabía si  de llorar, de dormir poco o de beber demasiado. Salió al balcón a darle los buenos días al humo de un cigarro, pero las nubes le quitaron el encanto al asunto. Con la primera calada no se sintió mejor, así que siguió probando hasta que  con la última pasasen todas sus ideas a mejor vida. Se sintió un poco enjaulada entre pavimento y tráfico, así que volvió a meterse en casa. Se sentó en el sofá de cuero y apoyó la cabeza en un cojín, cerró los ojos. Quizá entonces alguien la escuchó murmurar: "Época de sueños rotos".


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